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miércoles, 18 de mayo de 2011

COCINA PARA EL EQUILIBRIO INTERNO

“En nuestra alimentación creamos salud.
Si lo que realmente deseamos es obtener calidad de vida,
uno de los primeros pasos es reflexionar sobre qué clase de efectos
y energía generan los alimentos que comemos al menos 3 veces al día”

Cada alimento tiene su carácter y personalidad, su efecto y reacción en nosotros. Es un conocimiento vital que no nos han ofrecido en nuestra educación.
Comemos para construir una buena calidad de sangre, que nutra nuestros órganos y nos genere energía y vitalidad. Según la calidad de nuestra sangre, ácida o ligeramente alcalina, nuestro cuerpo responderá, nos hablará. Es interesante observarnos dándole una buena calidad de alimento, cada vez que lo requiere, sin embargo, nos olvidamos hasta puntos muy extremos, cuando se trata de darle a nuestro cuerpo lo que necesita.
Para generar amor y dulzor en algo o en alguien, hay que dedicarle tiempo. Con un poco de imaginación y práctica podríamos aportar a nuestro cuerpo físico los alimentos que necesitamos y también la adecuada nutrición para nuestro cuerpo emocional y mental.
Todos los alimentos conllevan una acción y una reacción. Hay alimentos con energía acumulativa y pesada, como los embutidos, carnes rojas, huevos, pan… También están los que proporcionan energía rápida y más dispersa: frutas tropicales, verduras solanáceas (pimiento, patata, berenjena y tomate), o estimulantes como el azúcar, el alcohol o el vinagre. Estos dos tipos de comida son extremos. Hay que intentar ir al centro, donde están los alimentos moderados, como los cereales, pescados, legumbres, verduras, frutas o frutos secos, que son los que más deberían abundar en nuestra dieta.
Los alimentos moderados ayudan a generar endorfinas, la hormona del bienestar. Los alimentos extremos y de energía dispersa, como el café, fomentan la producción de adrenalina.
Por supuesto, hay comida que nos debilita. Generalmente, son aquellos alimentos a los que nos hemos referido como extremos. Nos proporcionan una energía o bien muy pesada, o muy débil. Hay que moverse hacia el centro, hacia los alimentos moderados.
Las algas, que suponen una enorme fuente de minerales. Contienen yodo, muy bueno para depurar la radioactividad, a la que hoy en día estamos sometidos constantemente con los teléfonos móviles, ordenadores, televisión… Hay que fomentar su consumo. Yo recomiendo dos o tres cucharadas de algas de mar por cada comida.

no recomiendan la carne, ni leche, ni azúcar blanca y apenas huevos, pero sí toman cereales integrales (arroz, quinoa, mijo, avena, trigo sarraceno, centeno, cebada …), raíces, verduras redondas y de hoja, pescado, legumbres, proteínas vegetales (seitán, tofu, tempeh), frutas, frutos secos, germinados, semillas y algas.
También explican que los diferentes tipos de cocción nos aportan una reacción/efecto distinta. No es lo mismo comer una zanahoria rallada cruda (efecto de enfriamiento) o cocinada tipo papillote al horno (calor profundo) o salteada rápidamente (creando actividad y movimiento) o al vapor (energía de relajación y dulzor).
Y no hay que ser un esclavo de la cocina, sino que con organización se puede adaptar perfectamente en la rutina diaria.
En cualquier caso, se trata de revalorizar el acto de cocinar en un mundo fugaz y con cocinas cada vez más pequeñas, y descubrir y honrar el verdadero significado de la comida:



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